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Jaime (10 años) llega a su primera entrevista acompañado de sus padres, señala la madre; "Jaimito está muy desmotivado, le cuesta levantarse en las mañanas para conectarse a sus clases online, se acuesta muy tarde, me he levantado en la noche y lo he escuchado jugar, anda irritable, se enoja fácil, a veces no quiere comer o prefiere comer en su habitación, no siempre se baña, y tengo que obligarlo a que lo haga. El profesor jefe me ha dicho que presenta una baja participación en clases, no le gusta prender la cámara, tiene trabajos pendientes y bajas calificaciones. No sé qué hacer, le tengo de todo en la casa para que no se aburra y sea un joven aplicado y responsable, tiene celular, Tablet, computador, Netflix, videojuegos". La madre no sabe a qué atribuir la baja motivación escolar e irritabilidad que presenta su hijo. Dice estar muy preocupada porque se da cuenta que su hijo está perdiendo el interés escolar y su baja participación en las actividades familiares.
Esta problemática, es una historia recurrente en las familias, y que no solo se ha incrementado con la pandemia, sino que es un fenómeno que se viene instalando desde hace tiempo en las dinámicas familiares.
Las rutinas claras y límites bien definidos dentro de la dinámica familiar ordenan la vida de todos los miembros que la componen, ya que entrega equilibro emocional y psicológico. La repetición de rutinas saludables va formando hábitos y estos forman la personalidad junto a sus virtudes. Jaime, el joven que presenta desmotivación escolar, es un claro ejemplo que no tiene rutinas y límites de horario establecidos y bien definidos, ya que desde que se levanta hasta la madrugada se encuentra jugando en sus consolas o pantallas, pese a qué puede estar conectado a sus clases online, que poco a poco le han dejado de interesar. Los padres, por otro lado, manifiestan una baja supervisión a las labores cotidianas que tiene su hijo, argumentando que están muy ocupados en sus trabajos, pero, reconocen que han sido muy permisivos en permitirle que tenga un uso indiscriminado y sin horario de las pantallas.
Un horario adecuado para un niño y un joven, sería levantarse una hora antes de que comience sus clases online, para que en ese tiempo se bañe, ordene su habitación y tome desayuno. Posteriormente se debe conectar solo a sus clases y quitar todo tipo de distracción, además de la constante mediación de un adulto para que brinde ayuda cuando se necesite. Almorzar en familia (sin celulares en la mesa, ni pantallas) es una buena instancia para que la familia comparta. Luego en la tarde, una vez que ha realizado sus tareas, o trabajos escolares, brindarle un espacio (acotado) para jugar, o salir en familia a distraerse. Finalmente, en la tarde noche acostarse a una hora apropiada, y sin ningún aparato tecnológico que se preste para distracción.
Orietta García Fuentes
Psicóloga Clínica
Sucursal Santiago Centro
Centro de Terapia del Comportamiento
Centro de Terapia del Comportamiento
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